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NUESTROS ANCESTROS VIVEN

Tras 500 años de resistencia cultural a la colonización, los descendientes de los pueblos Indígenas de Abya Yala han logrado conservar cosmovisiones y sistemas de conocimiento basados en la idea del buenvivir. Las diásporas Latinas en todo el mundo han encontrado en las enseñanzas ancestrales las claves para construir el buenvivir, que reclaman la recuperación de la vida comunitaria incluso fuera de los territorios ancestrales.

Para los pueblos Quechua y Aymara de las montañas Andinas, vivir con kawsay o con qamir qamaña qapha es vivir con la dulzura del ser. Para el pueblo Mochica del Perú, es vivir en estado de alegría y felicidad, cultivando una vida sencilla y libre de violencia, con amor y cariño, y dulzura por la comunidad. Para los Guaraníes del Ecuador, el ñande rekose basa en la celebración comunitaria y la reciprocidad en busca de una tierra sin mal. Para el pueblo Mapuche de Chile y Argentina, kyme mogen es vivir en permanente equilibrio y armonía con la Madre Tierra. Para los Tzeltales de México, lekil kuxlejal es recuperar la paz interna, la paz en la comunidad y el ecosistema. Para el pueblo Maya, raxnaqil es felicidad, así como bienestar físico, mental y espiritual, y armonía entre el individuo y la comunidad.

Cada una de las muchas naciones Indígenas de Abya Yala tiene su propia comprensión del buenvivir. La diáspora Latina en Alaska adopta e integra estas diversas costumbres en la vida comunitaria, fomentando el respeto por la naturaleza, por los demás y por otras comunidades que consideran a Alaska su hogar.

Representación del dios Tláloc

Representation of the god Tláloc

San Miguel Azcapotzalco, Valle de México

Período Posclásico Temprano: Etapa Tolteca —

Early Postclassic Period: Toltec Stage

900 → 1,100 d.C./A.D

Cerámica moldeada — Molded ceramic

4.5 cm Å~ 4.5 cm — 1.7 Å~ 1.7 in

TLÁLOC

Tláloc es quizá uno de los dioses más conocidos del panteón indígena mexicano, considerado patrono de la lluvia, del rayo y de los fenómenos acuáticos. A Tláloc se le puede identificar principalmente por las anteojeras que portaba alrededor de sus ojos, interpretadas como dos serpientes enroscadas en forma de círculos (Olivier, 2009), y en algunas representaciones además contaba con colmillos, pigmentaciones en colores azul o jade, entre otros elementos.

El agua es un elemento vital de gran importancia para toda civilización, incluyendo a los antepasados indígenas, quienes encontraban su sustento en la agricultura. Tláloc cobra gran importancia al dar vida a las cosechas y a los humanos a través del vital líquido. Según los mitos, Tláloc y su esposa Chalchiuhtlicue (deidad asociada también al agua y elementos naturales acuáticos) son padres de los tlalocas, mejor conocidos como las nubes del cielo (IMTA, 2020). El culto y tributo a Tláloc ha tenido gran relevancia por amparar a los pueblos en sus cosechas y ecosistemas y la tradición de rendir honores y agradecimiento se mantiene vivo hoy en algunas regiones de México.

TZOMPANTLI

Para los Mexicas el sacrificio humano era una práctica habitual que servía para dar ofrenda a las deidades. Generalmente los ofrendados eran cautivos de guerra a quienes, dependiendo el ritual, se les extraía el corazón y decapitaba. El tzompantli o “hilera de cabezas” en náhuatl, era una estructura con vigas horizontales en donde se insertaban las cabezas extraídas de los rituales de sacrificio. Además de su relación con el ritual, el tzompantli cumplía con la función de intimidar, pues se exhibía pública y permanentemente, mostrando poderío y haciendo que el paso del tiempo y las condiciones ambientales poco a poco fueran carcomiendo y desfigurando los rostros y eventuales cráneos (Museo Amparo, n/d). Se han encontrado tzompantli en diversas ciudades indígenas y según testimonios de las crónicas españolas, el tzompantli de Tenochtitlan, la ciudad de los Mexicas, causó impacto y sorpresa por la cantidad de cabezas que allí se exhibían, más de cien mil (González, 2013).

Las piezas que se exhiben aquí son dos cráneos que pudieron pertenecer a una representación escultórica del tzompantli (Museo Amparo, n/d). Estas representaciones con barro o piedra tallada eran comunes en la cultura Mexica y pueden apreciarse todavía en las fachadas de algunos recintos sagrados como en el Templo Mayor de la Ciudad de México.

tzompantli.png

A) Cráneo sonriente — Smiling skull

Pachuquilla, Hidalgo, México

B) Escultura de cráneo — Skull sculpture

Cholula, Puebla, M.xico

6.5 Å~ 8 cm — 2.5 Å~ 3.1 in

sonrisa.jpg

The Smile In Its Amplitude

2024

Ceramic

INDRA ARRIAGA

Las pequeñas representaciones de humanos con expresiones de alegría y gratitud son originarias de la Huasteca y partes de la región del Sotavento en Veracruz, México, y se les conoce coloquialmente como los "Sonrientes". Los sonrientes son objetos patrimoniales de la cultura Totonaca, que datan desde el Protoclasico tardío hasta el Clásico (100-900 d.C.). Aunque los Sonrientes están profundamente entrelazados con el tejido de la identidad veracruzana, poco se sabe sobre de ellos. Su construcción es compleja: algunos son huecos, otros son sólidos, algunos son instrumentos musicales (como flautas), algunos están hechos individualmente, otros están hechos de moldes, algunos tienen extremidades articuladas, algunos están sentados, y la variedad de tocados y adornos abarca toda la gama. Los sonrientes se encontraron en tumbas, en contextos ceremoniales y también en basureros. La sonrisa es su característica unificadora. El acto de sonreír es universal y multifacético: una sonrisa puede comunicar muchas emociones: miedo, nerviosismo, alegría, dolor, amor, indiferencia, etcétera. Las complejidades fisiológicas de la sonrisa también pueden indicar la veracidad de una sonrisa.

Yo provengo de la región de los Sonrientes. Los misterios y la alegría que engloban están profundamente arraigados en mi humanidad. Trabajar en estas esculturas me dio la oportunidad de celebrar la gratitud y la alegría que son la raíz de nuestro Buen Vivir. Cuando me vi frente a frente con el Sonriente en esta exposición, supe que no estaba sola, que nunca lo he estado. Este encuentro fue inesperado, pero no sorprendente porque los humanos migran como olas, empujados y tirados por fuerzas del cambio. Cuando veo el Sonriente de la colección del museo acompañado de mis interpretaciones contemporáneas, sé que la Sonrisa en su amplitud es algo que nunca nos pueden quitar.

– Indra Arriaga Delgado

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