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TRABAJO

Por años, los inmigrantes latinos solían llegar a Alaska con casi nada y se abrían camino a base del trabajo arduo. Óscar Guarderas, un inmigrante peruano que fundó en Anchorage una empresa de limpieza con 250 empleados, comparte: “Mi primer trabajo fue en Pepsi. Cuando renuncié, mi supervisor me dijo, ‘Te voy a contratar como colaborador externo. Serás tu propio jefe, pero quiero que le enseñes a mi nieto a trabajar como tú’”.

El trabajo duro es parte de los valores latinos. A través de una combinación de pasión y esfuerzo, los latinos han construido una economía vibrante en Alaska, liderada por emprendedores que han abierto restaurantes, guarderías, salones de belleza, boutiques y empresas de construcción. Muchos trabajan en oficios relacionados con la alimentación, la hospitalidad y la limpieza. Un número creciente de profesionales con educación universitaria ha ingresado a la fuerza laboral como proveedores de salud, profesores, ingenieros y abogados. Otros latinos vienen a Alaska en verano para trabajos estacionales en pesca, jardinería y turismo.

 

Nicolás Olano, abogado colombiano especializado en inmigración, reflexiona: “El trabajo, el empuje y las ganas de salir adelante son importantes en nuestra comunidad. Algunos vienen a trabajar, abren los ojos, ven lo difícil que es la vida acá, dan la vuelta y se van. Los latinos que se quedan en este país están trabajando duro.”

NEGOCIOS LATINOS

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Los negocios enfocados en rasgos culturales han proporcionado a los latinos espacios para preservar su herencia cultural y encontrar redes de apoyo. “Me di cuenta de que muchos hispanohablantes se mudaban a Alaska y pensé en abrir una tienda latina. Alquilé un local y viajé a Los Ángeles y Nueva York para comprar cosas. Así comenzó La Tienda,” recuerda Kris Anderson, quien abrió la primera tienda latina en Anchorage en 1981. La Tienda vendía discos, casetes, periódicos, revistas, libros, souvenirs y, más adelante, algunos productos enlatados.

 

Sin embargo, una comunidad latina que emergía necesitaba mucho más que bienes tangibles. En 1998, la empresaria dominicana Ángela Jiménez abrió el Hispanic Service Center para ayudar a los inmigrantes con sus múltiples necesidades, incluyendo servicios de traducción, tarjetas telefónicas, transferencias de dinero y apoyo fiscal. “Sigo tratando de ayudar a quien pueda. No le tengo miedo al sistema,” explica.

Hoy, Alaska cuenta con una vibrante diversidad de negocios latinos. Casi 3,000 empresas en Alaska se encuentran en manos latinas. Éstas emplean a miles de trabajadores y contribuyen con millones de dólares a la economía local.

TRABAJADORES LATINOS

Durante 22 años, Miguel Ruiz se encargó del comedor del campamento en la obra principal de Prudhoe Bay. Miguel era un inmigrante mexicano alegre y trabajador. El día de su jubilación, sus compañeros de trabajo le rindieron homenaje y dieron el nombre de Miguel al comedor en el que sirvió por tantos años. El letrero aún está ahí y sirve como testimonio del impacto duradero de Miguel en su lugar de trabajo.

Los latinos que han servido en el ejército de los Estados Unidos también han dejado su huella en la historia de Alaska. “Al ponernos el uniforme y servir en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, nuestra raza y el color de nuestra piel desaparecen y todos somos hermanos y hermanas. Sin embargo, en el mismo espíritu de unidad, es grato reflexionar sobre la contribución que nosotros los latinos traemos a esta gran nación y al estado de Alaska”, reflexiona Jesús R. Rodríguez, quien sirvió en la Fuerza Aérea y la Guardia Nacional Aérea desde 1999 hasta 2019.

La dedicación de personas como Ruiz y Rodríguez sigue forjando un futuro más prometedor para todos.

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Pese a no entender el idioma, muchos miembros de nuestra comunidad trabajan duro y salen adelante. Empiezan desde abajo
y se van abriendo camino. Eso es inspirador.

Moyce Polanco, República Dominicana

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